Vuelve #NoSoyMascota, la campaña de bien público que busca desalentar la demanda de fauna silvestre como animales domésticos
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El tráfico de vida silvestre es el cuarto negocio ilícito más lucrativo a nivel mundial y la segunda causa de pérdida de biodiversidad. En Argentina, más de 135 especies de animales silvestres son afectadas por esta problemática, de las cuales al menos 20 de ellas están en peligro de extinción. Ante este escenario, la Fundación Temaikèn, el Instituto Jane Goodall Argentina y WCS Argentina lanzan por segundo año consecutivo la campaña de bien público “No Soy Mascota”. Esta edición destaca cómo, al ser extraídos ilegalmente de su entorno natural y tratados como mascotas, muchos animales sufren problemas irreparables en su salud y comportamiento, lo que les impide regresar a su hábitat.

Existe un amplio desconocimiento de gran parte de la sociedad respecto a la ilegalidad de la  tenencia de animales silvestres como mascota y la falta de dimensión respecto al impacto negativo de sus consecuencias, tanto para los individuos,  las especies, como para los ecosistemas de los que forman parte. Por este motivo, la campaña #NoSoyMascota -liderada a nivel global por la AZA-Wildlife Trafficking Alliance e International Fund for Animal Welfare (IFAW)- fue desarrollada para brindar información y sensibilizar a las personas acerca de la problemática y así desalentar la demanda de fauna silvestre destinada a ser mascota, lo que promueve  la captura y el comercio ilegal, con impactos negativos en los ecosistemas y en la salud de los animales y las personas,  dados los riesgos zoonóticos que conlleva.

Algunas estadísticas recientes

Solo en los últimos cuatro años,  ingresaron al Centro de Recuperación de Especies Temaikèn (instalación de la fundación donde se rehabilita fauna autóctona y víctimas de tráfico) más de 2400 animales afectados por el tráfico ilegal y el mascotismo. Entre ellos:

  • Aves: 1.936  (78%).  El principal grupo traficado. Se destaca un gran número de cardenales amarillos (232), una cifra alarmante, ya que se trata de una especie en peligro de extinción y  representa aproximadamente 10% del total de animales que se calcula quedan en la naturaleza. También encontramos guacamayo azul y amarillo, guacamayo rojo, guacamayo jacinto, jilgueros, cardenal copete rojo, entre otros.
  • Mamíferos: 210 (13%). Entre los cuales hay monos carayá, caí y tití , especies muy amenazadas por la captura para mascota. También llegaron al CRET carpinchos, ciervos de los pantanos, etc. 
  • Reptiles: 321 (9%) . Entre ellos, 270 tortugas de tierra, todas víctimas del comercio ilegal. También boas de las vizcacheras y un yacaré, etc. 
  • Peces: 7. Entre los cuales hay arowanas y arapaimas, provenientes de incautaciones.

Se calcula que de 10 animales capturados, solo 1 sobrevive por las condiciones en las que son transportados. Esto genera una sobreexplotación de las poblaciones silvestres y, a la vez, un riesgo zoonótico, ya que al sacarlos de su ambiente natural, los animales silvestres pueden transportar y dispersar patógenos (virus, bacterias y hongos) en nuevos ambientes y poner en riesgo la salud humana.

La difícil realidad de los animales silvestres afectados por el comercio ilegal

Estos son algunos casos emblemáticos que llegaron al Centro de Recuperación de Especies de Temaikèn (CRET). Todos sufrieron problemas irreparables en su salud y comportamiento, lo que les impidió regresar a la naturaleza.

  • Loro hablador (Amazona aestiva): luego de perder a su compañero, se tornó ansioso y difícil de cuidar

En marzo de 2024, un loro hablador ingresó al CRET tras ser  incautado por las autoridades, junto a una cotorra que era su compañía. Lamentablemente, después de algunos meses, la cotorra falleció y el loro se quedó solo en el ambiente que compartían. A partir de ese momento, comenzó a gritar y “hablar” mucho, una forma de llamar la atención. Se colocó un espejo en el ambiente, que se retira por momentos, y desde entonces pasa gran parte del día mirándose en él. Al ver su reflejo, el loro puede sentirse acompañado y mejorar su interacción con el entorno. Esta dependencia de un objeto, como el espejo que hoy se le coloca, revela la complejidad de sus necesidades sociales y de su imposibilidad de adaptarse a la vida en soledad.

  • Carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris):  vivía con una familia en Corrientes,  donde se le imponía  una dieta de galletitas y harinas

En 2016, una familia viajó en su camioneta desde Corrientes hasta Buenos Aires. Trasladaba un carpincho suelto, que por ese entonces tenía cerca de un año.  En el hogar, había empezado a tener comportamientos propios de la especie, rompía muchas cosas y estaba creciendo. En Temaikèn, costó mucho lograr que consumiera la dieta  que correspondía para su especie dado que estaba muy acostumbrado a comer harinas y arroz. Actualmente, convive con peces y un yacaré, tal como ocurre en la naturaleza, pero tiene conflictos para relacionarse con otros de su especie.

  • Aguará popé (Procyon cancrivorus):  pasó toda gran parte de su vida reprimiendo su instinto

Este osito lavador fue rescatado de una casa, donde lo mantenían en una jaula y lo alimentaban con galletitas. En su hábitat natural, su dieta es muy diferente: suele comer cangrejos, ranas, caracoles, peces, insectos, frutas y semillas. Además, tiene una costumbre muy particular: lava su comida con sus dos manos antes de comerla. Este es un animal geronte, con una actividad crepuscular. En el CRET se  le proporcionó una bacha con agua para que pueda lavar su alimento, recreando su comportamiento natural, que está siendo evaluado.

  • Pejelagarto (Lepisosteus oculatus): al crecer, el espacio que le brindaban era demasiado pequeño

El pejelagarto fue cedido por un particular que lo tuvo en su casa durante cinco años. Al alcanzar el tamaño actual de 84 cm, no podía brindarle un espacio suficiente y tuvo que buscar otro lugar. En el caso de los peces, como el pejelagarto, es común que las personas no estén preparadas para proporcionarles el espacio adecuado a medida que crecen. Esto puede llevar a situaciones en las que los peces son liberados en hábitats inapropiados, lo que puede tener un impacto negativo en los ecosistemas locales.

  • Tortuga africana (Centrochelys sulcata):  una vida lejos de su hábitat natural

Esta tortuga fue encontrada caminando por una calle de la ciudad mendocina de San Rafael, Mendoza. Muy lejos de su hábitat africano, en el sur del desierto del Sahara. Cuando llegó a Fundación Temaikèn, se le realizó un chequeo clínico y se constató que se trataba de  un macho de más de 20 años.  Por cuestiones sanitarias y comportamentales, no puede regresar a su país de origen y hoy comparte el ambiente con otras tortugas en el Bioparque. 

¿Qué podemos hacer?

Para combatir este delito organizado es necesario reducir tanto la oferta como la demanda de animales silvestres como mascotas. Estas campañas son necesarias para generar información en la ciudadanía acerca de la demanda de especies silvestres como mascotas y su impacto sobre la salud del ambiente, las especies y las personas.

  1. Conocer la diferencia entre animales domésticos (mascotas) y los  silvestres (no mascotas): los animales silvestres viven de forma independiente de los seres humanos y manifiestan sus comportamientos normales en su hábitat. No necesitan la intervención del hombre para la vida diaria, se sienten amenazados por la interacción con el ser humano y muchos de ellos rechazan las caricias, los baños y los collares, pudiendo tornarse agresivos hacia las personas. Los animales domésticos conviven con personas ya que dependen de ellas para satisfacer sus necesidades.
  2. Informarse antes de decidir: no comprar animales silvestres. Al pensar en comprar o adoptar una mascota, asegurarse de tener información sobre su origen y legalidad.
  3. Actuar proactivamente: denunciar la venta ilegal de vida silvestre y ayudar a otras personas a comprender que ciertos animales no son mascotas.
  4. Prestar atención a lo que se comparte en redes sociales: como usuarios, evitar promover involuntariamente actividades ilegales o dañinas.