“Argentina es un país de oportunidades, el tema es cómo encontrarlas”
Con casi veinte años en la dirección de la empresa KLINGER, emplazada en Garín, Alberto Pinter cuenta cómo sobrevivir en un país con tantos vaivenes económicos y políticos, donde pensar a largo plazo es una misión imposible. Además, la historia de una compañía que surgió del descubrimiento de un joven austríaco, en 1886.
Dispuesto a solucionar los inconvenientes que provocaban los tubos de vidrio utilizados como indicadores de nivel en las máquinas a vapor, a los 26 años Richard Klinger abrió un taller en Viena, Austria, en 1886. En una época donde las industrias y hasta los trenes y barcos funcionaban con esa tecnología, era fundamental que aquellos dispositivos anduvieran a la perfección. Para 1890, el joven ya había descubierto que, utilizando el principio de reflexión de la luz, el problema quedaba solucionado. Y ese mismo año patentó su invención. Además, inauguró la primera fábrica en Gumpoldskirchen.
Sin embargo, a medida que avanzaba en sus investigaciones se sucedían nuevas dificultades. Necesitaba una forma de sellar correctamente su invento. Así fue que creó un revolucionario material de juntas a base de fibras comprimidas ligadas con caucho.
Desde entonces, la empresa no paró de crecer. Hoy está en manos de la quinta generación de descendientes Klinger y tiene presencia en 60 países, con plantas manufactureras en Argentina, Austria, Brasil, India, Inglaterra, Sudáfrica y Estados Unidos. Sus clientes abarcan a industrias de diversos rubros: infraestructura, automotriz, marina, gas y petróleo, petroquímica, química, papel, energía, alimentación y farmacéutica.
KLINGER se convirtió en una compañía líder proveedora de juntas industriales y materiales para sellado industrial, válvulas industriales y sistemas de control de fluidos.
Considerando que la industria nacional argentina pasaba por un período de esplendor en la década del ‘70, KLINGER decidió instalarse en el partido de Escobar, más precisamente en la ciudad de Garín, donde construyeron una planta de materiales de sellado que hoy tiene 30 empleados.
KLINGER Argentina se constituyó oficialmente el 29 de marzo de 1971. Dos años más tarde fue inaugurada la mencionada planta, ubicada sobre la calle José Hernández 2004. Aquel día, el entonces presidente del grupo, el Dr. Hubert Klinger-Lohr, plantó un roble, que aún hoy sigue en pie como símbolo de crecimiento y prosperidad. Pero la historia no sería tan lineal ni tan romántica. Sobrevivir a los vaivenes de la economía global y nacional se convertiría en una tarea por demás desafiante.
En el año 2000, Alberto Pinter (57) ingresó a la firma para suceder al antiguo presidente. Esta transición llevó tres años, porque las empresas europeas toman en cuenta un largo período de capacitación y adaptación, sobre todo para los cargos de mayor rango. “Para mí había una oportunidad de crecimiento. Tenía el desafío de hacer crecer el mercado local y los mercados periféricos”, recuerda.
Pero ya en 1996, con la integración del Mercosur y la dolarización del peso, el directorio de KLINGER había decidido centralizar en Brasil la fabricación de materiales para juntas, válvulas de pistón e indicadores de nivel con el objetivo de tener una sola planta productiva, optimizar los costos y crear una racionalización del negocio eficiente en América Latina.
El estallido de la crisis de 2001 produjo otra hecatombe: de 28 empleados pasaron a ser 9 y a mantener solo una mínima estructura comercial en Argentina, mientras que la fabricación de juntas industriales pasaba a manos de la firma Taranto S.A.https://www.infocamaras.com.ar/camara-de-construccion-pide-simplificacion-tributaria-para-fomentar-creacion-de-empresas/embed/#?secret=psaYzPyJFr
“Reestructurar la empresa cuando mi misión era hacerla crecer fue tremendo. Tardamos 20 años en volver a tener la misma cantidad de empleados”, admite Pinter.
Como si fuera poco, aquel año se prohibió el uso de materiales de sellado en base a fibras de asbesto, que eran materiales que la industria utilizaba y KLINGER comercializaba; tuvieron que reemplazarlos por una nueva gama de materiales libres de asbestos e introducirlos en el mercado y que la industria comprendiera las diferencias técnicas y los pudiera utilizar, todo en tiempo récord. Fue como comenzar de nuevo.
Para 2005 la empresa y la economía estaban más consolidadas, se logró armar un nuevo equipo de trabajo y ampliar las oficinas. Cuatro años después, KLINGER Argentina se fusionó con Tecnoflow Argentina, una compañía independiente del grupo KLINGER, dando lugar a la formación de la División Agua & Saneamiento, dedicada a la comercialización de productos y válvulas para la industria del agua y saneamiento.
Además, adquirió la empresa ELDI S.A., lo que dio lugar a la creación de la División Flow Control Solutions.
El 80% de los operarios que trabajan en la fábrica son egresados de la Escuela Técnica Nº2 de Garín. La empresa se encarga de formarlos en el marco de un convenio de becas anuales, donde luego tienen la posibilidad de quedar en la planta permanente.
Con respecto a las situaciones difíciles que vivió durante estos casi 20 años al frente de la empresa, además de 2001, Pinter menciona las restricciones a las importaciones que se dieron principalmente entre 2011 y 2012. “Como no tenemos planta manufacturera de todos los elementos y productos en Argentina, necesitamos importar. Lo sufrimos mucho, porque el material tardaba demasiado tiempo en llegar, no se podía girar fácilmente divisas al exterior y pagar a nuestros proveedores en tiempo y forma, fue muy complicado porque había que seguir con el negocio en esas condiciones. La rentabilidad había bajado en esos años y ahora podemos decir que se reacomodó”, afirma.
A pesar de los inconvenientes, en 2012 la empresa decidió establecer nuevamente una planta de fabricación de juntas industriales. Y en agosto de ese año se instaló de nuevo la fabricación de juntas de KLINGER en Argentina.
Este paso amplió el rango de actividades y servicios de la compañía, permitiendo la oferta de una gama más integrada de productos en el mercado.
Pinter asegura que, a pesar de todo, a la pandemia la sortearon bastante bien, ya que pudieron seguir trabajando. “El volumen de venta bajó el año pasado, pero este año volvimos a los niveles previos”. De todas maneras, sí se vieron afectados con las exportaciones, ya que el plan para expandirse por Sudamérica quedó trunco. “Para atacar un mercado de exportación hay que viajar, estar en ferias y exposiciones. Y eso se complicó estos años”.
En cuanto a cómo se hace para no bajar los brazos en los malos momentos, el presidente de KLINGER Argentina asegura que contar con un equipo de colaboradores que acompañe este proceso de adaptación y crecimiento en un mercado exigente y de cambios constantes es clave. Así como también la formación y la capacitación continua de todos ellos. En su caso, siendo ingeniero industrial y teniendo un posgrado en Management consiguió las herramientas y conocimientos para seguir adelante.
“El tema en Argentina es encontrarle la vuelta a las cosas en un ambiente que a veces no es muy amigable desde el punto de vista económico, impositivo y laboral. Siempre hay un problema con la actividad industrial, con las importaciones, nuevas condiciones impositivas… Igualmente, Argentina es un país de oportunidades, el tema es cómo encontrarlas. Desarrollarse en un clima que no es tan seguro o tan planificado como, por ejemplo, el europeo, y llegar a esos mercados”.
Pinter agrega que, a pesar de los contratiempos, hoy tienen un 60% de participación en el mercado local, con materiales de sellado. Que en Garín han logrado consolidarse en tres unidades de negocio: Industria, Flow Control Solutions y Agua y Saneamiento. Y que la empresa tiene un plan de crecimiento para duplicar su facturación al 2030.
“Cuando me incorporé a KLINGER quería crecer profesionalmente y, a pesar de los momentos complicados, lo pude hacer. Fue una evolución y estoy muy contento de trabajar en KLINGER junto con todos los colaboradores. Fue y es una gran experiencia, donde todavía hay muchos proyectos comerciales y productivos a realizar y uno de los más importantes es desarrollar el equipo para los próximos años y afianzar un futuro sustentable para KLINGER en Argentina”, concluye.