Un breve análisis socio político de las elecciones argentinas legislativas
Por: La analista en relaciones internacionales Karin Silvina Hiebaum
La elección parlamentaria de medio término del domingo 14/11 en Argentina, deja sensaciones encontradas para oficialistas y opositores, porque unos y otros pueden sentir motivos valederos para sonreír pero también para preocuparse.
Aunque no es para catalogar de “triunfo”, como lo planteó el Presidente Alberto Fernández, su derrota no asoma tan catastrófica o “decreta renuncia anticipada” como parte de la oposición esperaba. Fue una dura paliza en distritos de clase media, como los de la Pampa Gringa, incluso en La Pampa y Santa Cruz, pero el hecho de la leve diferencia en contra en la Provincia más importante, la de Buenos Aires, contribuye a retemplar los ánimos entre las filas kirchneristas. Del mismo modo, el larretismo asomaba triunfante en CABA pero tanto el “fenómeno Milei” como la escasa brecha con la lista bonaerense de Tolosa Paz, cuando no, el triunfo bullrrichista en Córdoba, como el radical en Mendoza y Jujuy, opacan la posibilidad inmediata de un Jefe de Gobierno porteño ya precandidato a la Casa Rosada.
Muchas de las dudas se generan al interior de las coaliciones, que se niegan a desmontar su “grieta”. La puja Alberto-CFK -una Vice claramente ausente por excusas médicas, cuando hay que asumir derrotas-, aparece al rojo vivo en términos de gestión pero sobre todo, operatoria política. El acto del “miércoles militante” preanuncia un armisticio precario con “La Cámpora” pero todo el escenario macroeconómico de inflación rampante, dólar desbordado y posible default con el FMI, marcan líneas rojas al deseo del albertismo de fugar hacia adelante, acordando previamente con una oposición que ignora el marco y la agenda de negociación.
En el caso de la oposición, que por fin, logra desmontar a la mayoría peronista del Senado, por primera vez desde 1983, condenándola a depender de terceros, para lograr quórum, no todas son rosas. La pelea entre “halcones” versus “palomas” está también en su punto máximo amenazando con desatarse con mayor furia, si tercia Macri y los primeros intentan revertir los acuerdos precarios logrados entre el alcalde porteño y la Presidenta del PRO en junio pasado.
Tampoco los liberales la tienen fácil. Más de un millón de votos juntando los logrados por Espert en PBA y Milei en CABA, más algunos restos, muy pocos por cierto en el interior, lo cual revela lo dificultoso que es romper la polarización más allá del AMBA, permite retornar a la esperanza de un futuro liberal, como en los ochenta con los Alsogaray y la Ucede. Pero los seguidores de Milei esperaban salir segundos y alcanzar el 20 % de los votos. Espert luchó denodadamente y tuvo su premio legislativo pero como dijo su segunda en la lista, Carolina Píparo, la sociedad argentina se tomó demasiado tiempo, casi 3 décadas, para valorar su coherencia discursiva en las urnas. Es más, la prolijidad para organizar su logística bonaerense, le valió reproches de dirigentes locales, a la hora de las elecciones comunales. La necesidad de una institucionalización del movimiento aupado por las restricciones de la cuarentena que dañaron libertades y dinamismo económico, más su nacionalización, sólo lograda con la vuelta de un Menem liberal (Martín, el sobrino del ex Presidente Carlos Saúl), como legislador provincial electo en su La Rioja natal son dilemas que deberán resolverse a la brevedad si se quiere una fórmula presidencial competitiva para el 2023.
En cualquiera de los casos analizados, las dificultades para acordar al interior de cada espacio, explican en gran medida, por qué el llamado de Fernández a un gran diálogo nacional, puede ser nada sincero pero sobre todo, inútil, porque dicha instancia es reemplazada por la mezquindad y la competencia, cuando no, por el insulto o las bajezas a la hora de la riña electoral. Que el sistema política genere la necesidad imperiosa de un gran recambio, no implica que haya que usar todo lugar y en todo lugar, la descalificación moral de todo político/a. Habrá que trabajar en el seno del Congreso estos dos años para canalizar consensos, sostener la gobernabilidad y al mismo tiempo, reoxigenar la política para que el pais recupere una agenda sensata de cambios y la ciudadanía recupere la fe pública.